El Bosque de los Amigos

(Autora: Ana Paola, estudiante de astrofísica y escritora.)

Había una vez un lugar mágico y lleno de vida llamado El Bosque de los Amigos, un lugar donde todos los seres vivos vivían en armonía, sin importar si eran grandes o pequeños, rápidos o lentos, fuertes o delicados. En este bosque, los animales, las plantas y hasta los ríos se respetaban unos a otros, sabiendo que cada uno tenía un papel importante en el ecosistema.

En este hermoso bosque vivía una niña llamada Lina, que tenía 8 años. Lina no solo era curiosa, sino que tenía una habilidad muy especial: podía hablar con los animales. Cada día, caminaba por el bosque, saludando a todos los que encontraba en su camino, desde los insectos hasta los grandes árboles.

Un día, mientras exploraba una parte del bosque que nunca había visitado, Lina se encontró con un pequeño conejo llamado Pipo que parecía muy preocupado.

«¿Qué te pasa, Pipo?» preguntó Lina, acercándose al conejo.

Pipo levantó las orejas y suspiró. «Es que no sé qué hacer, Lina. El gran roble viejo, que ha sido nuestro hogar durante tantos años, está perdiendo muchas hojas. Todo el mundo dice que el roble está enfermo, y los animales no se acercan más. Me siento tan triste porque todos lo han dejado solo.»

Lina pensó un momento y luego se agachó para mirar al roble. «El roble ha dado muchos frutos, ha sido un hogar para muchos animales, y ha ayudado al bosque a crecer. No podemos simplemente olvidarlo. Tenemos que ayudarlo.»

Pipo levantó la cabeza, sorprendido. «¿Pero cómo podemos ayudar a un árbol tan grande? ¿Qué podemos hacer nosotros, que somos tan pequeños?»

Lina sonrió. «El respeto es el primer paso. Los árboles también son seres vivos, igual que nosotros. Si todos los animales y plantas del bosque nos unimos, podemos cuidar al roble y devolverle su salud.»

La gran idea de Lina fue convocar una reunión en el claro del bosque, invitando a todos los seres vivos a participar. Al día siguiente, un grupo diverso de animales, plantas e incluso ríos, se reunió alrededor del roble viejo. Había Ari, la ardilla que recolectaba nueces, Beto, el búho sabio, Mina, la pequeña ardilla de río, y muchos más.

Lina les habló con voz cálida. «Amigos, el roble ha estado aquí mucho tiempo, dándonos sombra, frutos, y aire limpio. Ahora es el momento de devolverle un poco de todo lo que nos ha dado. Si trabajamos juntos, podemos cuidarlo y darle lo que necesita para sanar.»

Ari saltó hacia un tronco y levantó las manos. «Yo puedo recolectar las nueces y frutas que caen, y distribuirlas para que los animales tengan suficiente comida mientras el roble se recupera.»

Beto, el búho, abrió sus ojos grandes y ……

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