Los Pies de Estrella

(Autora: Ana Paola, estudiante de astrofísica y escritora.)

En un rincón del planeta Tierra, donde el cielo era tan claro que las estrellas parecían pestañearle a los niños, vivía Elías, un chico curioso que amaba andar descalzo.

—¡Los zapatos me atrapan los pies! —decía mientras corría por el pasto, la tierra y hasta las piedras del camino.

Su abuela, la sabia Nana Lila, siempre lo regañaba dulcemente:

—Elías, los pies son como las antenas de un astronauta. ¡Necesitan protección!

—Pero las estrellas no usan zapatos —respondía Elías con una sonrisa traviesa.

Una noche, mientras leía un libro sobre planetas, Elías se quedó dormido y soñó que despertaba en El Planeta Suelopiedra, un lugar lleno de caminos brillantes, suelos de cristales y criaturas diminutas que vivían bajo tierra.

Allí conoció a Zarka, una niña con botas galácticas que se asombró al verlo descalzo.

—¡Oh no! —gritó—. ¡Tus pies están expuestos! Aquí hay microcriaturas que pueden meterse en tu piel y sensores de energía que queman si no llevas suelas protectoras.

—¿Microqué? —preguntó Elías, preocupado por primera vez.

Zarka le prestó unas botas y lo llevó al Centro de Pies Inteligentes, donde un robot llamado Doctor Dedómetro le mostró en una pantalla todos los peligros de andar descalzo: desde cortadas invisibles hasta bacterias escondidas.

—Tus pies son como sensores espaciales —dijo el robot—. Si se dañan, no puedes caminar, correr… ¡ni explorar el universo!

Elías entendió. Si quería algún día caminar por la Luna o en Marte, tenía que cuidar sus pies aquí, en la Tierra.

Al despertar, encontró junto a su cama un par de zapatos nuevos con estrellas dibujadas. No sabía si era un sueño o magia de Nana Lila, pero desde ese día, Elías jamás volvió a andar descalzo… salvo en la playa, claro.

Porque hasta los futuros astronautas saben que hay lugares seguros para dejar que los pies respiren, y otros donde la protección es la verdadera libertad.

the end

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